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miércoles, 22 de abril de 2020

Aplicaciones en tiempo de pandemia

Comparto esta selección realizada por el equipo de CITEP de la Universidad de Buenos Aires, Argentina, que me resultó de mucha ultilidad al momento de crear materiales educativos con tecnología, aplicaciones y recursos digitales para generar estrategias de aprendizaje en contexto de la virtualidad.
(que sin duda incorporaremos algún día también a la presencialidad que tanto se extraña.)

Para acceder desde aquí

viernes, 21 de febrero de 2020

Cianómetro

El cianómetro es posiblemente uno de los artefactos más poéticos que conocemos. Tiene un objetivo: medir la intensidad y el magnetismo del azul que tiene el cielo.

Sabemos que la intensidad del azul celeste varía por factores como la humedad, las partículas sólidas en el aire y la dispersión de la luz del sol en la atmósfera. Pero pocos saben que al cambiar de altura, el azul del cielo también se transforma, se oscurece, un dato que llenó de perplejidad y asombro a Horace-Bénédict de Saussure, padre del alpinismo y la meteorología moderna, e inventor del cianómetro, un artefacto para establecer el tono de azul de la bóveda celeste.
Obsesionado con medir los fenómenos meteorológicos que lo rodeaban durante sus excursiones por las montañas europeas, Saussure (1740-1799) —geólogo, meteorólogo y alpinista suizo— inventó y mejoró varios instrumentos como el magnetómetro y el hermosamente nombrado diafanómetro, instrumento para medir la claridad de la atmósfera. En 1789, tras registrar sistemáticamente los tonos de azul en el cielo durante años, el científico desarrolló el cianómetro, un artefacto simple con forma circular que tiene 52 distintos tonos de azul (pedazos de papel teñidos por el meteorólogo con un pigmento llamado evocativamente “azul prusia”) y que comienza en el blanco y termina en el negro.

Saussure utilizó su cianómetro durante el resto de su vida y, según se sabe, el azul más profundo que registró fue uno avistado desde la cima del Montblanc, que medía 39 grados de azul en la escala del precioso aparato. Años más tarde, Alexander von Humboldt, otro asiduo usuario del cianómetro, registró un cielo de 46 grados de azul, desde la cima del volcán Chimborazo, en los Andes.
El cianómetro y su hermosa singularidad son una prueba más del poder del color azul sobre la mente humana, su emotividad y su arte. Desde la obsesión del legendario Miles Davis con crear piezas musicales que definieran todo lo que es azul en el mundo (en su legendario álbum Kind of Blue) o la atrevida hazaña de Yves Klein al inventar y nombrar su propio tono de azul, hasta el reciente y espectacular proyecto Cyanometer, del artista esloveno Martin Bricelj Baraga: un monolito que mide el tono de la esfera celeste y la calidad del aire, y cambia de color para mimetizarse con el cielo.
 Tras su invención, el cianómetro cayó pronto en desuso por la poca información propiamente científica que es capaz de dar, algo que dota de poesía a su existencia. Pero la belleza de este artefacto —como la melancolía contenida en los azulísimos cianotipos de algas— radica en su invitación a apreciar aquello que, por su sutileza, no siempre notamos, a absorber la información del espacio que habitamos y que es capaz de descubrirnos universos tan simbólicos como emocionales.
Con todo y su actual desuso, este aparato sobrevive como un testigo de la poesía implícita en observar y medir el azul del cielo.
Por María González de León

viernes, 7 de febrero de 2020

La forma de la música





Creadas por el fotógrafo Gjon Mili y el violinista Jascha Heifetz.
Mili colocó una luz en el arco del violinista y lo hizo tocar en un estudio a oscuras dejando que la cámara grabara el movimiento del arco a través de una variedad de piezas y estilos.
La luz haciendo bucles y arcos, que parecen las mismas vibraciones del sonido flotando en el aire, tomaron el protagonismo absoluto de estos retratos.

lunes, 27 de enero de 2020

Arte Abstracto II - Milan Radisics

El tiempo y el espacio están suspendidos, y corresponde al espectador decidir lo que está viendo: geología de un millón de años, arte de vanguardia de principios del siglo XX, la lucha cotidiana de la humanidad o una predicción de futuras sequías.








viernes, 3 de enero de 2020

Los espejos - Jorge Luis Borges

Los espejos - Jorge Luis Borges

Yo que sentí el horror de los espejos
no sólo ante el cristal impenetrable
donde acaba y empieza, inhabitable,
un imposible espacio de reflejos
sino ante el agua especular que imita
el otro azul en su profundo cielo
que a veces raya el ilusorio vuelo
del ave inversa o que un temblor agita
Y ante la superficie silenciosa
del ébano sutil cuya tersura
repite como un sueño la blancura
de un vago mármol o una vaga rosa,
Hoy, al cabo de tantos y perplejos
años de errar bajo la varia luna,
me pregunto qué azar de la fortuna
hizo que yo temiera los espejos.
Espejos de metal, enmascarado
espejo de caoba que en la bruma
de su rojo crepúsculo disfuma
ese rostro que mira y es mirado,
Infinitos los veo, elementales
ejecutores de un antiguo pacto,
multiplicar el mundo como el acto
generativo, insomnes y fatales.
Prolonga este vano mundo incierto
en su vertiginosa telaraña;
a veces en la tarde los empaña
el Hálito de un hombre que no ha muerto.
Nos acecha el cristal. Si entre las cuatro
paredes de la alcoba hay un espejo,
ya no estoy solo. Hay otro. Hay el reflejo
que arma en el alba un sigiloso teatro.
Todo acontece y nada se recuerda
en esos gabinetes cristalinos
donde, como fantásticos rabinos,
leemos los libros de derecha a izquierda.
Claudio, rey de una tarde, rey soñado,
no sintió que era un sueño hasta aquel día
en que un actor mimó su felonía
con arte silencioso, en un tablado.
Que haya sueños es raro, que haya espejos,
que el usual y gastado repertorio
de cada día incluya el ilusorio
orbe profundo que urden los reflejos.
Dios (he dado en pensar) pone un empeño
en toda esa inasible arquitectura
que edifica la luz con la tersura
del cristal y la sombra con el sueño.
Dios ha creado las noches que se arman
de sueños y las formas del espejo
para que el hombre sienta que es reflejo
y vanidad. Por eso no alarman.